II. PRINCIPIO DEL BIEN COMÚN
C) Las tareas de la comunidad política.
C) Las tareas de la comunidad política.
La responsabilidad de edificar el bien común compete,
además de las personas particulares, también al Estado,
porque el bien común es la razón de ser de la autoridad
política. El Estado, en efecto, debe garantizar cohesión,
unidad y organización a la sociedad civil de la que es
expresión, de modo que se pueda lograr el bien común con
la contribución de todos los ciudadanos. La persona concreta,
la familia, los cuerpos intermedios no están en condiciones de
alcanzar por sí mismos su pleno desarrollo; de ahí deriva la
necesidad de las instituciones políticas, cuya finalidad es
hacer accesibles a las personas los bienes necesarios
—materiales, culturales, morales, espirituales— para gozar de
una vida auténticamente humana. El fin de la vida social es el
bien común históricamente realizable.
169 Para asegurar el bien común, el gobierno de cada país
tiene el deber específico de armonizar con justicia los
diversos intereses sectoriales. La correcta conciliación de
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los bienes particulares de grupos y de individuos es una de las
funciones más delicadas del poder público. En un Estado
democrático, en el que las decisiones se toman
ordinariamente por mayoría entre los representantes de la
voluntad popular, aquellos a quienes compete la
responsabilidad de gobierno están obligados a fomentar el
bien común del país, no sólo según las orientaciones de la
mayoría, sino en la perspectiva del bien efectivo de todos los
miembros de la comunidad civil, incluidas las minorías.
170 El bien común de la sociedad no es un fin autárquico;
tiene valor sólo en relación al logro de los fines últimos de la
persona y al bien común de toda la creación. Dios es el fin
último de sus criaturas y por ningún motivo puede privarse al
bien común de su dimensión trascendente, que excede y, al
mismo tiempo, da cumplimiento a la dimensión histórica.
Esta perspectiva alcanza su plenitud a la luz de la fe en la
Pascua de Jesús, que ilumina en plenitud la realización del
verdadero bien común de la humanidad. Nuestra historia —el
esfuerzo personal y colectivo para elevar la condición
humana— comienza y culmina en Jesús: gracias a Él, por
medio de Él y en vista de Él, toda realidad, incluida la
sociedad humana, puede ser conducida a su Bien supremo, a
su cumplimiento. Una visión puramente histórica y
materialista terminaría por transformar el bien común en un
simple bienestar socioeconómico, carente de finalidad
trascendente, es decir, de su más profunda razón de ser.
Capitulo V
del compendio de la doctrina social de la Iglesia
II Principio del bien común
167-170
II Principio del bien común
167-170
Fuente: Imagen de google.
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